El fútbol durante el franquismo: mitos y realidades

Balón Real Madrid

Una vez acabada la Guerra Civil, la vida en España siguió su curso, pero solo para algunos. Uno de los aspectos de la sociedad que se retomó fue el fútbol, una práctica que ya se había hecho tremendamente popular antes del conflicto. A partir de este momento, al igual que en otros regímenes dictatoriales, el deporte y, en especial, el fútbol estaba al servicio del Estado. El régimen franquista promocionó una narrativa nacionalista del fútbol.

Del campo de batalla al estadio: el fútbol en los primeros años de la dictadura

En la época de Franco, el deporte español estaba muy politizado, formaba parte de una estructura política. Su máximo órgano era la DND, la Delegación Nacional de Deportes, una “Delegación” del único partido legal: Falange Española. El organigrama deportivo era un ejemplo del totalitarismo de Franco. Todo el deporte dependía del Partido, incluso el Comité Olímpico Español que hacía caso omiso a la Carta Olímpica y a la necesidad de ser independiente de los regímenes políticos. Todo era dirigido por el General Moscardó. Franco, por contentar a las familias del régimen y porque desconfiaba en parte de Falange, incluyó a varios miembros del Ejército entre los hombres fuertes del deporte nacional. Julián Troncoso dirigió la Federación Española de Fútbol nombrado por Moscardó. Sus sucesores también serían militares, como Gómez Zamalloa o Armando Muñoz Calero.

General Moscardó
General Moscardó. Fuente: El Norte de Castilla.

Esto significa que todos los dirigentes fueron nombrados entre gente afín al Estado. Así, la Falange pretendía tener un medio para llegar a todos los sectores de la sociedad. Iglesia y Falange compitieron por el control de la educación, y el deporte era parte de esa educación, como pasaba en Italia, Alemania, la URSS o Inglaterra. Dada su importancia social, el régimen y el fútbol fueron siempre de la mano.

La popularidad del deporte se convertía en el opio del pueblo. Por otro lado, el auge de la prensa escrita, la radio y una incipiente televisión acercaba el espectáculo a las masas. En una España oprimida por el crucifijo y la posguerra, el deporte se convirtió en la única ventana abierta en un país cerrado. Aunque también fue una vía de escape de la propia dictadura con la que ensalzar la raza al principio y refrendar los años de paz y apertura después. Para el franquismo, el deporte fue un fin para acercarse a la victoria, salir en la foto y propagar las bondades de su mensaje al mundo. El fútbol siguió las directrices impuestas desde El Pardo: paternalismo, uniformidad nacional y jerarquización.

Los clubes fueron abandonando los viejos campos de fútbol para trasladarse a grandes estadios (en ello colaboró el régimen). La pasión por el fútbol crece tras el periodo de guerras y la gente encuentra en este deporte una manera de identificarse tras el grave conflicto que acababan de vivir. Se trataba de eventos poco controlados, donde se permitían las “militancias” a otros colores que no fueran los del partido único, e incluso servían de refugio para tendencias sociopolíticas prohibidas. Esa importancia social es identificada por el régimen y Franco, quien era un gran aficionado al deporte rey gracias a la Quiniela (todas las semanas jugaba varias columnas). Este juego de apuestas, que nació en 1946, fue otra razón más para el crecimiento del balón.

Por su parte, el gobierno vigiló a los periodistas que cubrían el fútbol y también se adueñó de los clubes e incluso de los futbolistas. Y siguiendo el ejemplo de Mussolini con el Mundial del ’34, orquestó un Campeonato de Europa en el ’64. Hasta la Guerra Civil, había mucha tradición por los torneos y selecciones regionales, algo que se sigue dando en nuestros días.

En el día a día se trató de utilizar el fútbol como ejemplo de educación para los “buenos hombres”. Las peleas entre jugadores, las faltas malintencionadas y los fallos del árbitro no existían. Eran borrados por el censor, al igual que las excusas. Los equipos españoles sólo perdían por la mala suerte. También había una lista de palabras prohibidas. Los equipos no vestían de rojo, sino de grana. Nadie dimitía, era cesado. Los madridistas dejaron de ser merengues, por si alguien dudaba de su fuerza.

Esta vinculación entre franquismo y fútbol no hubiera sido igual sin la irrupción y desarrollo, durante los años 50, de los medios de comunicación de masas, los periódicos, las emisoras de radio y el NO-DO que permitían que un partido de fútbol fuera seguido por miles.

En este ambiente de transformación del futbol, los principales afectados, además de los aficionados, fueron los clubes existentes en ese momento. De una manera u otra, el franquismo intervino en todas las entidades del futbol español, algunas con cuarenta años de historia.

La castellanización y militarización de los equipos

Cada club desempeñó diversos roles, a favor o en contra del dictador, y no era nada extraño que los aficionados tuvieran distintas identidades al mismo tiempo. Tras la Guerra Civil, mucha gente del fútbol sufrió represión. Entre muertos, exiliados, represaliados y retirados, los equipos perdieron su continuidad histórica y los clubes cubrieron sus puestos dirigentes con gente aprobada por el régimen (como en el organigrama del deporte nacional). Los equipos dejaron de pertenecer a los socios, quienes perdieron todo el poder de decisión y pasaron a ser simples abonados. “Infiltró” también a jugadores en todas las plantillas, el régimen exigió que hubiera al menos dos falangistas en cada una. Además, tenían la obligación de entonar cánticos fascistas antes del comienzo de los partidos.

Una de las primeras medidas que tomó el régimen con los equipos de fútbol fue castellanizar sus nombres. El deporte rey se introdujo en España a través de trabajadores ingleses en el norte de España y en Huelva. Los equipos que formaron adquirieron nombres anglosajones, algo que a Franco no le gustaba nada, así que obligó a equipos como el Sporting de Gijón o Athletic de Bilbao a llamarse Deportivo de Gijón o Atlético de Bilbao. Esto hace pensar que los equipos regionales fueron víctimas del franquismo, pero la realidad es más compleja, hay varios matices regionalistas en la política deportiva de Franco.

Destaca el ya mencionado Athletic de Bilbao que experimentó una paradoja igual que todo lo vasco bajo el franquismo. “La dictadura a menudo presentaba ‘lo vasco’ como el carácter español original”, decía el autor Quiroga. Por ello, hubo un intento de apropiación de la pelota vasca y del levantamiento de piedras por parte del nacionalismo franquista, algo que se extrapoló también al fútbol. Él vio al Athletic como el club español perfecto para la reconstrucción de un país y una sociedad rota por la guerra, algo que se hizo notar en las páginas del Marca. Esto ligaba el falangismo vasco con el antiguo carlismo y el Athletic de Bilbao fue “la encarnación de los valores hispanos masculinos: virilidad, ímpetu y furia”. Pero no fue siempre así.

Iribar y Kortabarria
Iribar (izquierda) y Kortabarria con la ikurriña en el estadio de Atocha 1976. Fuente: AS.

La política de fichajes del Athletic no se vio, por entonces, como una amenaza, sino como una virtud, ya que lo extranjero era visto como malo. Con el tiempo, esta política será reivindicada por los detractores de Franco. La fidelidad a los orígenes del club se convertiría en una manifestación de la igualdad en la clase trabajadora, al igual que su moderación salarial permitió que los jugadores se mantuvieran con los pies en la tierra. Esta política hizo ganar al club una gran cantidad de admiradores fuera del País Vasco. Fueron conocidos por gestos como los del portero Iribar portando un brazalete negro tras la ejecución de dos miembros de ETA y tres del FRAP o saltar al campo con una ikurriña en un derbi entre el Athletic y la Real Sociedad cuando aún era ilegal. No obstante, en “La Catedral” (San Mamés) en los años más duros de la dictadura se hacía el saludo fascista antes de los partidos y existía un mural donde se leía: “Franco, Franco, Franco”.

Los beneficiarios del régimen

El Barcelona se convirtió en uno de los grandes valedores de la cultura y la lengua catalana, en ese momento nace el “más que un club”. En los 50, la revista oficial del club empezó a utilizar el catalán. Una década más tarde se reforzaría aún más, ya que sus dirigentes eran cercanos al nacionalismo catalán de derechas. El Barcelona construyó un increíble estadio gracias a la ayuda de Franco. El Barça condecoró en varias ocasiones al Caudillo. La primera tras ganar la Copa del Generalísimo en 1951. En el palco se encontraba Franco y en medio de la euforia por el triunfo, Agustí Montal, presidente culé, le impuso saltándose cualquier protocolo la insignia de oro y brillantes que llevaba en la solapa. La segunda en 1971, cuando la directiva fue recibida por Franco en el palacio de El Pardo. De esta manera agradecían la colaboración del Caudillo en la remodelación del Palau Blaugrana. La tercera y última fue la Medalla por el 75º aniversario del club. Con la llegada de Cruyff cambiaron las cosas. Bajo el amparo de sus goles y su forma de juego enarboló la cultura y la lengua catalana hasta convertirse en una figura antifranquista, que, en esos años, como es lógico, no se entendía como sinónimo de antiespañol.

Aunque hay que decir que era habitual que en Cataluña y en el País Vasco coexistiese la convivencia de la identidad nacional con la regional. En una encuesta de opinión, al final del franquismo, el 30% de catalanes se sentían sólo españoles y un 53%, tanto catalanes como españoles, en el País Vasco, el 60% dijeron sentirse identificados con ambas identidades.

La militarización de las instituciones, que hemos comentado antes, se hizo ver en algunos clubes de fútbol. El caso más claro es el del Atlético Aviación. Este equipo salió de la fusión entre el Aviación Nacional, formado por militares, y el Athletic Club de Madrid, filial del de Bilbao. Las numerosas bajas que los dos equipos habían sufrido en la guerra provocaron que unieran sus fuerzas para salir adelante, contando con el beneplácito y el apoyo de la Federación y del propio régimen. Coincidencia o tal vez no, la primera liga tras la Guerra Civil fue para ese club, también la segunda. En la primera década del franquismo, los rojiblancos alzarían el título cuatro veces, las dos últimas ya con su denominación actual, Atlético de Madrid.

Siempre se ha dicho que el Real Madrid fue el gran beneficiario del franquismo, vamos a ver si es cierto o no. Los éxitos nacionales del equipo eran notables, pero no mucho más que los de sus rivales. ¿De dónde viene entonces esa imagen de “club de régimen”? Pues de sus éxitos fuera de nuestras fronteras. En una Europa de postguerra se creó una competición para limar asperezas, la Copa de Europa. Los éxitos consecutivos del club en la mayor competición europea (de 1956 a 1960 y 1966) lo convirtieron en la mejor tarjeta de presentación de la dictadura fuera de España, así que Franco lo utilizo para sus beneficios. Se sabe que tanto jugadores, directivos y aficionados del Madrid fueron conscientes de esta situación, pero separaban “su” España de la franquista a la que supuestamente representaban.

Un ejemplo fue la final de la Copa de Europa de 1966, que se celebró en el Estadio de Heysel (Bruselas) y enfrentó al Partizan de Belgrado con el Real Madrid. Allí se vieron en las gradas de los aficionados madridistas unas cuantas banderas de la República de exiliados, es decir, aficionados del Madrid, pero antifranquistas. Cuando el equipo merengue comenzó a conquistar Europa, muchos exiliados fueron a sus partidos en Francia, Alemania e Inglaterra.

Di Stefano vs Kubala
Di Stefano y Kubala.

Barcelona y Madrid se acusaron mutuamente de ser el gran beneficiario del régimen. Ambos equipos acabaron la dictadura siendo los dos grandes del fútbol español, pero en sus inicios estaban pasando grandes dificultades deportivas y económicas. Su afinidad a Franco la podemos ver en los fichajes de Di Stefano y Kubala, contratos a jugadores extranjeros que se permitían según quisiera el gobierno y el poder económico. Uno de los culpables de la rivalidad fue ese argentino que se pasó tres meses en Barcelona antes de cambiar Les Corts por Chamartín y de paso provocar el renacimiento del club de la capital: Alfredo Di Stéfano (se dice que la Federación presionó para que terminara fichando por el Real Madrid). Di Stéfano reescribió la historia del club y lo convirtió en el embajador no oficial de España fuera de sus fronteras. Hasta ese momento, el gran equipo del momento era el Barça de las Cinco Copas. El equipo estaba liderado por un húngaro que dejaría huella en nuestro fútbol, Ladislao Kubala, en cuyo fichaje también hubo intervención del régimen.

Analizando las ligas que se celebraron bajo el franquismo se desmiente en parte el mito de que “Real Madrid y Franco eran grandes amigos “y que su favoritismo al Real Madrid le hacía ganar títulos por decreto gubernamental. Los números no mienten y dicen que el Madrid tardó más de una década en ganar la Liga tras la Guerra Civil (recuperada en la temporada 1941/42).

La Dictadura duró desde el 39 hasta el 75. Durante los primeros 13 años de competición con Franco en el poder, el Barcelona ganó cinco títulos, tres el Valencia, dos el Atlético de Madrid, uno el Sevilla y otro el Athletic de Bilbao. Fue en la temporada 53/54 cuando el Madrid levantó su tercera liga de la historia. En los años 50, blancos y azulgranas se repartían la Liga, con cuatro títulos para cada uno. Ya en los sesenta fue cuando el Madrid inició su mejor década, con ocho títulos por sólo uno del Barcelona y otro del Atlético de Madrid. Los setenta también fueron madridistas. Durante el franquismo el Real Madrid ganó un total de 14 ligas, el Barcelona ocho, cinco el Atlético de Madrid, cuatro el Valencia, el Athletic dos y una el Sevilla.

Viendo los datos generales y de manera personal es evidente que Franco benefició al Real Madrid, pero también al Barcelona y a otros clubs como Atlético y Athletic. Franco benefició a quien le interesaba para su política. Unos le sirvieron de propaganda fuera de los Pirineos, otro procedía del mundo militar del que él venía, los otros dos eran de las regiones más industrializadas y modernas del país, dónde hubo grandes apoyos al régimen y representaban valores que Franco quería demostrar como propios del espíritu español ancestral y habían tenido éxito deportivo desde su fundación.

Así que Franco benefició a los grandes equipos, que casualidad o no, lo siguen siendo en la actualidad. Franco utilizó a estos equipos como propaganda mientras les enriquecía por encima de otros. Los grandes siempre son los que reciben favores del Estado, al fin y al cabo, es importante dar buena imagen de éxitos deportivos.

La Selección española en tiempos de Franco

Como hemos visto, el régimen utilizó a los equipos de fútbol para su beneficio, pero si supo utilizar a alguien para glorificar a España fuera de sus fronteras fue a la selección española. Esta no jugaba desde hacía diez años por el aislamiento internacional a causa de la dictadura. Aunque se enfrentaron a Italia o a la Francia de Vichy y a la Alemania de Hitler en Berlín, solo lo hicieron como exhibición. Durante este parón hubo varios cambios en la misma.

La mítica “Roja” de nuestros tiempos no lo era tanto por aquel entonces. La camiseta pasó de ser roja a azul y negra, los colores del bando nacional y la falange, colores que todavía se mantienen hoy en día en la segunda camiseta o el chándal. Los medios de comunicación tuvieron unas consignas claras del régimen en lo concerniente la selección. Les exigió que ensalzasen patrióticamente a los jugadores de la selección con comparaciones con el Cid y los Tercios de Flandes y les obligó a castellanizar las expresiones futbolísticas que hasta el momento solían ser en inglés, como había pasado con los equipos.

Selección española con Franco
El 11 de la selección española en aquella época.

Además, los medios promocionaron la “Furia” española, asociada a la virilidad, fuerza, coraje, sacrificio, lucha, etc. Esto era música para el régimen. Pero las características que definieron a la selección española tras la Guerra Civil nacieron mucho antes que Franco. Sus orígenes están en los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920, cuando España consiguió la medalla de plata. La prensa belga definió el juego de España como rudo y poco sofisticado, comparándolo con las actuaciones de los Tercios en esas tierras en la Guerra de los 80 Años. Los periódicos españoles le dieron la vuelta y esa rudeza era lo bueno de la selección. Algo que Franco utilizó 20 años después.

El NO-DO produjo ‘España en Brasil’, una película sobre el paso de la selección por el Mundial de 1950, la primera gran cita a la que fue la selección española bajo el manto de Franco. En aquella competición, España venció a Inglaterra y acabó cuarta. El presidente de la Federación felicitó al “Mejor Caudillo del Mundo por haber vencido a la Pérfida Albión” en otro episodio de su histórica lucha durante siglos. El gol de Zarra en Maracaná fue el símbolo de una generación. De ese éxito se vivió muchos años.

En 1960, España empezaba una apertura al mundo y diseñó el Plan de Desarrollo, pero también se dieron unos recortes, tras años de pobreza, que no agradó a la población. Ese año también se organizó el primer campeonato europeo de selecciones. El problema vino cuando le tocó jugar contra la URSS. El Caudillo, en Consejo de Ministros, decidió no jugar el partido de cuartos de final por miedo a que en el Bernabéu ondeara la bandera comunista o republicana. Así que un auténtico equipazo se quedó sin la posibilidad de competir en dicho torneo, algo que cuatro años después cambió.

La Eurocopa de 1964: victoria contra los “rojos”

En 1964 la fase final de la segunda Eurocopa se organizó en España. El 21 de junio de ese año, España levantó su primer título internacional y lo mejor para Franco fue que lo hizo venciendo a la URSS. El dictador le había dicho a Benito Pico, presidente de la Federación Española de fútbol, que no se podía permitir que España perdiese en casa ante el combinado rojo. Para ello se planteó envenenar el agua, pero sabiendo que podía provocar un conflicto con una de las grandes potencias del momento, solo quedaba una solución: jugar y ganar.

Título Eurocopa 1964
Celebración del título. Fuente: Panenka.org.

Miles de personas en el Santiago Bernabéu y millones de telespectadores vieron como los goles de Pereda y Marcelino dieron la victoria por 2-1 a España. Franco, aliviado por sus dudas de perder en Madrid contra el comunismo, saludaba desde el palco cuando Fernando Olivella, el capitán de la selección, recogió el trofeo de manos del presidente de la UEFA Gustav Wiederkehr. Se puede decir que fue la culminación de la propaganda futbolística del régimen franquista: se vencía a los “rojos”. En aquella tarde convergieron muchos factores positivos para el dictador: una victoria europea sobre el enemigo comunista que coincidía con la apertura económica y social del país, y que, además, había sido vista por millones de personas en todo el mundo, no solo en España.

Varios elementos simbólicos se dieron en aquel estadio. España había recuperado su equipaje rojo, pero le cedió el color a la Unión Soviética y así ganarles de azul. Además, los españoles comunistas que vieron el partido, en su mayoría, apoyaron a la selección de su país (solo unos pocos priorizaron sus ideas políticas).

José Villalonga, entrenador, se vino arriba el día del partido y dijo lo siguiente: “Hasta la fecha habíamos oído siempre la épica historia de Amberes, cuando España competía en las Olimpiadas de 1920. Creo que lo que nuestros chicos han hecho hoy podría servir como ejemplo para los próximos 44 años”. El destino quiso que justo 44 años después, en 2008, se ganara la segunda Eurocopa en Viena.

Poco le iba a durar la alegría futbolística a Franco. El Madrid sólo ganaría una copa de Europa más (en 1966) en vida del dictador y la selección tardaría aún más en competir decentemente. Por ello, fueron otros deportes los que reprodujeron sus éxitos: el tenis (con Manolo Santana y Manuel Orantes), el esquí (Paco Fernández Ochoa), el boxeo (Pepe Legrá, Pedro Carrasco o Urtain) o el motociclismo (Ángel Nieto). Así, estos deportes pasaron a ser los últimos exponentes de los éxitos deportivos de España en el extranjero antes de la muerte de Franco.

Conclusión

En conclusión, el fútbol le sirvió al régimen de Franco como elemento nacionalizador de un país roto por la Guerra Civil. Favoreció a los equipos que más aficionados tenían y que más le interesaba. La selección, con sus éxitos, ayudó a dar buena imagen de España al exterior y contra enemigos de ideas políticas. Le salió bien a Franco, pero solo en los primeros años. Los estadios son y han sido lugares donde la gente expresa sus sentimientos más profundos, no solo deportivos, y si en un principio todos se giraban a alabar a Franco, con el tiempo se convirtieron en los lugares donde reivindicar el cambio.

Webgrafía

Ricardo Romaniega García

Graduado en Historia y Patrimonio por la Universidad de Burgos y el Máster en Estudios Avanzados e Investigación en Historia por la Universidad de Salamanca.

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